HUAXIMOLE

Entre los valles y montañas donde canta el viento mixteco, existe un platillo que es puro corazón de pueblo: el huaximole, un guiso ancestral que habla con orgullo de su origen, de sus raíces y de la generosidad del campo. Su nombre viene de los huajes, esas vainas verdes que crecen en los árboles silvestres, cargadas de semillas con un sabor fuerte, único, y que aquí se transforman en el alma del mole. Este manjar puede vestirse de rojo o de verde, según los ingredientes y el gusto de quien lo prepare, pero siempre guarda la esencia de lo auténtico. El huaximole verde, hecho con chiles frescos y hierbas de olor, tiene un carácter suave y perfumado, mientras que el rojo, cocido con chiles secos y jitomate, es más profundo, con un sabor terroso que se queda en la memoria. En su cocción se mezclan ingredientes del día a día con toques festivos: puede llevar queso añejo, cecina oreada con ese sabor intenso del secado al sol, huevo cocido que le da cuerpo, o carne de puerco que lo vuelve un platillo abundante y reconfortante. Cada versión tiene su propia personalidad, pero todas comparten el gusto fuerte del huaje, equilibrado con maestría por las manos sabias de quienes lo han preparado generación tras generación. Servido generalmente con tortillas recién hechas o un buen pedazo de totopo, el huaximole no es solo comida: es reunión, es cariño, es el sabor de las cocinas humildes donde lo sencillo se vuelve sublime. Cada cucharada es como un relato contado al calor del fogón, una ofrenda al tiempo y a la tierra que todo lo da.




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